lunes, 12 de diciembre de 2011

Somos torpes para concebir y alumbrar. Concebimos a Dios como inefable e incurrimos en contradicción al denominarlo. La misma palabra “inefable” es una contradicción en sí. La concepción que no se puede alumbrar en palabras es una vacuidad inútil. La inefabilidad es más radical que la mudez.

Amable Sánchez

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