miércoles, 29 de julio de 2009

Decíamos ayer... (3)

Todos nuestros actos y omisiones, por más recónditos que parezcan o se supongan, tienen repercusiones, positivas o negativas, en nuestra vida y en la de los demás. Esto lo entendemos, e incluso lo aceptamos, todos, excepto aquellos que son tontos o se hacen. Pero no es tan fácil entender, y menos tal vez aceptar, que los desmanes de un gobernante deba pagarlos todo el pueblo. ¿Qué extraño mecanismo funciona en las entretelas del cuerpo social para que esto tenga que ser así: el dedo divino, el fatum, la mala suerte? Y eso ¿cómo se entiende?

Se dice –quizá demasiado irreflexivamente– que los pueblos tienen el gobierno que merecen. ¿De veras? Quiere decir que, cuando el gobernante le hace al pueblo de chivo los tamales, lo que el pueblo está recibiendo es un castigo por su torpeza. ¿A quién le toca reír entonces? Lo que debe quedar fuera de toda duda es que un gobernante se elige –si es que se elige– para que sirva, no para que se sirva. El pueblo, por mal que se haya portado, o por miope que haya sido, nunca tiene por qué pagar los elotes que el gobernante se come a su costa, mientras al mismo tiempo le tira un hueso acá y otro allá a los privilegiados de su camarilla. Menos aún que después, muy de a sombrero, trate de asustar a quien se deje con el petate del muerto, mientras anda por ahí como “la Zarzamora / llora que llora / por… aviones” (esto debe ser una errata: trataremos de comprobarlo). ¡Ay, Diooos…! En la práctica, toda moral individual acaba siendo también moral social.

Amable Sánchez

martes, 28 de julio de 2009

¿De quién es mi vida?

El jueves 16 se celebró la sesión del Centro de Ética David Hume, en torno a la pregunta ¿de quién es mi vida? El acto comenzó con la lectura de la noticia, publicada el día anterior en Prensa Libre, sobre la muerte de Edward Downes –de 85 años–, ex jefe de la BBC Filarmónica de Londres, y la de su esposa, Joan –de 73–, bailarina, coreógrafa, productora de televisión y asistente personal de su marido. Vivieron juntos 54 años. Murieron, después de ingerir una sobredosis de barbitúricos, en la clínica especializada Dígnitas, de Zurich.

El coordinador repitió la pregunta e hizo el siguiente planteamiento: mi vida o es mía o no lo es. Si no es mía, ¿de quién es: de los demás, del Estado, de Dios? Pero, si no es mía, ¿qué soy yo, qué tengo, por qué tengo que responder de algo y ante quién? Si es mía, ¿qué puedo y qué no puedo hacer con ella? Porque hay quienes matan a otros, quienes se quitan la vida a sí mismos, quienes dan su vida por los demás. A los primeros se les califica de asesinos u homicidas, a los segundos de suicidas, a los terceros de héroes e incluso de santos.

El diálogo estuvo muy animado y hubo opiniones para todos los gustos: desde los que sostuvieron que la vida es propia y uno puede hacer con ella lo que quiera, hasta los que sostuvieron que la vida es Dios, la tenemos dada en depósito o en préstamo, y no podemos disponer de ella como nos dé la gana; desde los que defendieron que la vida es únicamente temporal hasta lo que defendieron que la vida trasciende el tiempo y se consuma más allá de él. Entre estos extremos hubo muchas opiniones y muchos matices intermedios.

Amable Sánchez

Aforismo

Siempre la verdad nos hará libres. El dogma no. Por eso resulta contradictorio hablar de verdades dogmáticas: la verdad no se impone a la fuerza; se contagia sola desde la propia libertad que la caracteriza.

Amable Sánchez

miércoles, 22 de julio de 2009

Se busca aprobar el divorcio "express" en Guatemala

Desapercibido y como en secreto está pasando la iniciativa de ley para reformar el código de Derecho Civil, propuesta por las diputadas De León y Baldetti. Entre los artículos que esta iniciativa pretende reformar está el 154, el cual se refiere a la separación y el divorcio. En su redacción actual, el citado artículo dice:

La separación de personas, así como el divorcio, podrán declararse:

1º. Por mutuo acuerdo de los cónyuges; y
2º. Por voluntad de uno de ellos mediante causa determinada.

La separación o divorcio por mutuo acuerdo de los cónyuges, no podrá pedirse sino después de un año, contado desde la fecha en que se celebró el matrimonio.
Si se aprueba la propuesta de las diputadas "patriotas", éste quedaría así:

La separación de personas, así como el divorcio, podrán declararse:

1º. Por mutuo acuerdo de los cónyuges;
2º. Por voluntad de uno de ellos mediante causa determinada; y
3º. Por voluntad de uno solo de ellos, aduciendo simplemente su deseo de libertad civil.

Según información que proporciona el sitio del Congreso, la iniciativa 3865 ya pasó el segundo debate. Solo queda, pues, un debate. Luego seguiría la discusión por artículos.

En lo personal, me parece que esta reforma es inconveniente, porque no toma en cuenta que el divorcio es algo muy serio, que involucra el bien de los hijos (cuando los hay). La decisión de separarse legalmente nunca debe tomarse a la ligera, por un motivo banal, sino que debe mediar un espacio de reflexión. Hay muchas investigaciones que ponen en evidencia los males que trae el divorcio a la sociedad. Deberíamos buscar los mecanismos para fortalecer la unidad familiar, y no la forma de lograr que el divorcio sea más fácil.

Moris Polanco

Decíamos ayer... (2)

Entre las lecturas que se distribuyeron para que sirvieran de apoyo y de guía al diálogo sostenido el jueves 16 pasado en el Centro de Ética David Hume, hay un ensayo en el que, aparte de otras muchas consideraciones atendibles, se hacen afirmaciones tan tajantes y, en cierto modo, tan desconcertantes como estas: “En realidad después de la muerte no hay nada, la muerte es el final de la vida”… “El debate sobre la eutanasia también permite diferenciar a los que piensan de los que creen”. El asunto es muy complejo y, si lo es, no puede despacharse de una manera simplista. Veamos: a) decir que después de la muerte no hay nada y que la muerte es el final de la vida es decir demasiado: ello significa adoptar una postura absolutista, so pretexto de oponerse, eludir, despreciar o combatir cualquier absoluto, y esto es, como mínimo, una gran contradicción; toda nuestra sabiduría es limitada, con unos límites que pueden estar en expansión, como dicen que está todavía el universo, y, por consiguiente, que no se superan con una pirueta ni con un salto de garrocha; el misterio –toda la vida y el universo lo son y están llenos de misterios– es el misterio y punto; pero, además, ¿no es precisamente el misterio la principal incitación de toda investigación y toda búsqueda?; el día que el misterio desaparezca, desaparecerá la ciencia también; b) estas afirmaciones no parecen congruentes con la naturaleza de la ciencia, la investigación, el propio científico y el simple hombre pensante; c) entre ser pensante y ser creyente no hay oposición ni incompatibilidad de ninguna clase; el hombre puede ser –y es de hecho– ambas cosas a la vez; creer y pensar son dos funciones igualmente humanas; no pertenece el pensante a una raza superior y el creyente a una raza inferior; incluso ante el pequeño grupo de los grandes pensadores, nos mantenemos, atentos y humildes, el incontable grupo de los humildes creyentes. ¿Creyentes en qué? Pues, entre otras cosas, en los avances y descubrimientos que ellos tan audaz y tan orgullosamente hacen. Por eso corremos el riesgo de que nos engañen o –como se dice en Guatemala– de que nos baboseen. Esperemos que para bien de nosotros, de la ciencia y de ellos mismos, no lo hagan.

Amable Sánchez Torres

martes, 21 de julio de 2009

La vanidad humana de un artista

El aforismo de Amable Sánchez sobre la vanidad humana trae a mente la reciente muerte de Michael Jackson, quien en los últimos años solo era noticia por su escandalosa vida pero ahora de repente se convierte en un ídolo del mundo afro-americano comparando incluso su impacto con el de Martin Luther King y Rosa Park.

No cabe duda del legado que dejaría su brillante talento artístico y sus innovadoras actuaciones en el mundo musical y cinematográfico de los años ochenta y que le ganaría el título “Rey del Pop”.

Pero me parece exagerado comparar su influencia con la de Martin Luther King y Rosa Parks quienes con sus actos de gran valentía dieron el mayor impulso al “Civil Rights Movement” de los Estados Unidos de América.
Michael Jackson en su vida privada no mostró ninguna actitud comparable; al contrario, la vanidad marcó su apariencia y su conducta.

Pregunto:
Ya que como los medios de comunicación nos bombardeen constantemente no solo con la obra sino también con las intimidades de los artistas: será importante la conducta moral privada de ellos?

Y a largo plazo y para la posteridad: la vida privada fatua, derrochada, disipada de un artista será verdaderamente importante para apreciar su arte?

Erika Bornholt

lunes, 20 de julio de 2009

Aforismo

La vanidad humana es una gran estupidez; más, si la misma persiste en torno a la muerte, y más todavía si encima se viste de arrogancia: el vánitas vanitatum del Eclesiastés y el pulvis est et in púlverem reverteris –polvo eres y en polvo te convertirás– del Génesis es la misma cosa.

Amable Sánchez

lunes, 13 de julio de 2009

No hay progreso espiritual sin desierto...

No hay progreso espiritual sin desierto, ni desierto espiritual sin oasis. Confía en tu propia marcha.
Amable Sánchez Torres

Decíamos ayer…

Decíamos ayer…

Allá por 1572, como resultado de celos y rivalidades entre algunas órdenes religiosas, Fray Luis de León fue víctima de un proceso inquisitorial. Cuenta la tradición que, cuando después de cinco años de cárcel, se incorporó a sus clases, en la Universidad de Salamanca, el agustino comenzó su exposición con estas palabras: “Decíamos ayer…”

Me parecen adecuadas como título para la columna que –primero Dios, según la expresión chapina escribiré para el blog del Centro de Ética David Hume. Con esta forma de reanudar las clases, Fray Luis parecía poner de manifiesto varias cosas: por ejemplo, su falta de rencor y de espíritu revanchista; la rapidez con que pasa el tiempo y lo relativo que resulta; la poca importancia que hay que darle a ciertas experiencias, aunque nos hayan hecho daño… Por mi parte, quisiera resaltar en la frase dos cosas: una, el sentido de continuidad, incluso de cotidianeidad, de lo que nos ocurre; dos, que una frase no tiene por qué ser complicada, ni siquiera profunda, para ser célebre. A veces, como en este caso, todo depende de quien la diga, del tono como se diga y de la circunstancia en que se diga.

Mañana… Mañana será otro día. ¡Bye-bye!
Amable Sánchez Torres

jueves, 9 de julio de 2009

El valor y el sentido de la vida

El valor y el sentido de la vida tienen menos relación con su duración que con su intensidad.

Amable Sánchez