martes, 28 de julio de 2009

¿De quién es mi vida?

El jueves 16 se celebró la sesión del Centro de Ética David Hume, en torno a la pregunta ¿de quién es mi vida? El acto comenzó con la lectura de la noticia, publicada el día anterior en Prensa Libre, sobre la muerte de Edward Downes –de 85 años–, ex jefe de la BBC Filarmónica de Londres, y la de su esposa, Joan –de 73–, bailarina, coreógrafa, productora de televisión y asistente personal de su marido. Vivieron juntos 54 años. Murieron, después de ingerir una sobredosis de barbitúricos, en la clínica especializada Dígnitas, de Zurich.

El coordinador repitió la pregunta e hizo el siguiente planteamiento: mi vida o es mía o no lo es. Si no es mía, ¿de quién es: de los demás, del Estado, de Dios? Pero, si no es mía, ¿qué soy yo, qué tengo, por qué tengo que responder de algo y ante quién? Si es mía, ¿qué puedo y qué no puedo hacer con ella? Porque hay quienes matan a otros, quienes se quitan la vida a sí mismos, quienes dan su vida por los demás. A los primeros se les califica de asesinos u homicidas, a los segundos de suicidas, a los terceros de héroes e incluso de santos.

El diálogo estuvo muy animado y hubo opiniones para todos los gustos: desde los que sostuvieron que la vida es propia y uno puede hacer con ella lo que quiera, hasta los que sostuvieron que la vida es Dios, la tenemos dada en depósito o en préstamo, y no podemos disponer de ella como nos dé la gana; desde los que defendieron que la vida es únicamente temporal hasta lo que defendieron que la vida trasciende el tiempo y se consuma más allá de él. Entre estos extremos hubo muchas opiniones y muchos matices intermedios.

Amable Sánchez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aún dando por cierto que la vida de uno es de Dios, debemos tener la plena posibilidad de disponer de ella sin que el estado interfiera en sentido en contrario. En todo caso las cuentas debemos rendirlas a Dios.
El estado no puede prohibir la eutanasia alegando razones teológicas o morales cuando no se afecta derechos de terceros.
No es función del estado ser representante de Dios.