lunes, 13 de julio de 2009

Decíamos ayer…

Decíamos ayer…

Allá por 1572, como resultado de celos y rivalidades entre algunas órdenes religiosas, Fray Luis de León fue víctima de un proceso inquisitorial. Cuenta la tradición que, cuando después de cinco años de cárcel, se incorporó a sus clases, en la Universidad de Salamanca, el agustino comenzó su exposición con estas palabras: “Decíamos ayer…”

Me parecen adecuadas como título para la columna que –primero Dios, según la expresión chapina escribiré para el blog del Centro de Ética David Hume. Con esta forma de reanudar las clases, Fray Luis parecía poner de manifiesto varias cosas: por ejemplo, su falta de rencor y de espíritu revanchista; la rapidez con que pasa el tiempo y lo relativo que resulta; la poca importancia que hay que darle a ciertas experiencias, aunque nos hayan hecho daño… Por mi parte, quisiera resaltar en la frase dos cosas: una, el sentido de continuidad, incluso de cotidianeidad, de lo que nos ocurre; dos, que una frase no tiene por qué ser complicada, ni siquiera profunda, para ser célebre. A veces, como en este caso, todo depende de quien la diga, del tono como se diga y de la circunstancia en que se diga.

Mañana… Mañana será otro día. ¡Bye-bye!
Amable Sánchez Torres

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