jueves, 24 de septiembre de 2009

Decíamos ayer… (10)

Leo en El hombre y el Estado, de Maritain: “La persona humana, en tanto que individuo, es para el cuerpo político; y el cuerpo político es para la persona, en tanto que persona. Pero el hombre bajo ningún concepto es para el Estado. El Estado es para el hombre”. ¿Por qué, en la práctica, las cosas parecen ocurrir al revés? El hombre, cada hombre, es individuo y persona al mismo tiempo, aunque no de la misma manera. En ambos casos es un ser humano. En cuanto ser humano, es también un ente político. Como político, forma parte de una polis. Estado y polis no son la misma cosa. Polis es un concepto antiguo; Estado es un concepto relativamente moderno. La persona es primero. Sin persona no hay polis ni Estado. El individuo humano es una persona real. El Estado es una persona ficticia. El individuo humano, en cuanto persona, es un sujeto. El Estado es un instrumento al servicio del sujeto. Cuando ocurre lo contrario, como con tanta frecuencia ocurre, todo anda de cabeza. Hay que buscarle a esto una buena base ética: una base desde la cual enfocar, iluminar, distinguir y valorar, sin trampas ni subterfugios, el alcance de los actos del Estado y del ciudadano, para que cada uno asuma, sin trampas ni regateos, la responsabilidad que le corresponda. Eso se llama gobernabilidad.

Amable Sánchez

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