Del 20 al 23 de agosto se celebró en la UFM el Coloquio 79 de Liberty Fund, con el título “Jorge Luis Borges: La Libertad y la Responsabilidad del Individuo”. Dirigió el programa Lucy Martínez-Mont y las discusiones Martín Krause. Participaron en él Eneas Biglione, Tomás Chuaqui, Julio Cole, Pablo da Silveira, Álvaro Dubón, Darío Fernández-Morera, Ana Luisa Gordillo, Carla de Hess, Ana de Ibargüen, Gloria Johannessen, Enrique Lacs, Jon Perdue, Luis Enrique Pérez, Oswaldo Salazar y Amable Sánchez. Octavio Benfatto y Mireya de Castillo participaron como observadores. En alguna de las sesiones estuvieron, también como observadores, Armando de la Torre y Fernando Monterroso. En calidad de personal de apoyo directo asistieron Jessica Paduan y Andrea Paduan.
El coloquio se articuló en seis sesiones, enunciadas así: I-Ficción y filosofía, II-Libertad y responsabilidad, III-Poesía e individualidad, IV-Individualidad y conversación, V-Literatura, libertad y política, VI-Libertad e individualidad en las fronteras. Estimo que la organización, la atención y el desarrollo del coloquio fueron impecables, y que el resultado fue un éxito. Poder volver sobre Borges en un marco de referencia como este, escuchar a personas que saben de él mucho más que uno, y compartir con ellas opiniones y puntos de vista es un lujo. Pero quisiera centrarme de alguna manera en el término “conversación”, parte del título del tema correspondiente a la sesión IV.
Hoy parece haberse puesto de moda la palabra “diálogo” y quizá sea ese su problema. Todo lo que se pone de moda resulta novedoso, deslumbrante a veces, pero termina pronto mustio y ajado a fuerza de manoseo. Lo mustio, ajado y manoseado acaba oliendo mal, e inspirando desprecio y alejamiento. No hay cumbre de políticos en la que la palabra “diálogo” no se ice como una bandera o como un pendón. Pero, al bajar de la cumbre, ni las banderas ni los pendones parecen significar nada en el valle.
Con la palabra “conversación” es otra cosa. Se trata –así me lo parece a mí– de una palabra más familiar, más humilde y más íntima. No menos significativa. Hasta se puede conversar en voz baja, casi como en un murmullo, en amistosa complicidad. Esto es lo que pienso que ha ocurrido en el Coloquio 79 de Liberty Fund “Jorge Luis Borges: La Libertad y la Responsabilidad del Individuo”. Si la relacionáramos etimológicamente con el verbo converto latino, conversar podría ser tanto como volverse al otro, con-vertirse hacia él, prestarle atención, escucharlo, interesarse por lo que dice. Y esto hay que hacerlo –quizá solo se puede hacer de esta manera– sin desplegar la cola de pavo real de la palabra “diálogo”. Hay aquí también una connotación finamente ética.
Amable Sánchez