El día 27 pasado se reunió el club de lectura del Centro de Ética David Hume en torno al libro de Víctor E. Frankl El hombre en busca del sentido último. Quizá haya sido esta una de las reuniones más numerosas. Tal vez también de las más interesantes. Seguramente podrá interpretarse esto como una buena señal, eco del viejo homo sum et nihil humanum a me alienum est: soy hombre y nada humano me es ajeno. Es posible que cualquier decadencia se inicie cuando lo humano deja de interesar. ¿Qué otra cosa puede ser más importante? Lo humano es el hombre, pero no aséptico y en abstracto, sino en concreto: primero, el hombre que busca; segundo, que busca un sentido a su vida; y tercero, que el sentido que busca no es cualquiera, sino el sentido último. Es decir: un sentido que dé respuesta a todas las preguntas y sea razón definitiva de todo.
Consuela y estimula saber que un psiquiatra, que estuvo en los campos de concentración, diga que "lo espiritual es lo humano en el hombre", que usa el término espiritual sin connotación religiosa alguna y que "solo desde el punto de vista de la espiritualidad o existencialidad del hombre se hace posible describir al ser humano en términos de ser responsable". Hubo en la reunión muchas opiniones interesantes y muchos comentarios valiosos. No en todo se coincidió. Pero creo estar en lo cierto si sostengo que sí se coincidió en que, a fin de cuentas, cada individuo humano solo puede salvarse por el sentido que tenga de su responsabilidad: una responsabilidad individual, proyectada socialmente, respecto de lo que piensa, lo que dice, lo que omite y lo que hace.
Amable Sánchez
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Discusión sobre El hombre en busca del sentido último
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2 comentarios:
Doctor, difiero en algo. Claro que el concepto "espiritual" Frankl lo usó con las connotaciones religiosas, así mismo dice más de una vez en su libro y en algunos artículos. En lo demás, me gusta su idea. Un abrazo, Antón
¿Qué se gana con el termino “espiritual” fuera de cualquier connotación religiosa? Creo que nada, ya que sólo se trata de desviar la atención de lo estrictamente “pulsional,” lo que a muchos de nuestros contemporaneos les causa pavor. Es posible que parezca mas agradable vivir en los sueños que en la dura realidad. Sin embargo, Frankl sobrevivio en el campo de concentración no por lo espiritual sino porque supo aprovechar bien las condiciones materiales que se le presentaron. Si hubiera vivido en sus sueños espirituales, de seguro no hubiera sobrevivido.
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