Escribió José Ingenieros, en su libro El hombre mediocre:”Las leyes no crean un clima. El derecho efectivo es una resultante concreta de la moral”. Quiere decir que, según él, el derecho efectivo se deriva más de la moral que de la ley. ¿Por qué? Pienso que porque la moral nace de dentro y la ley viene de fuera: el derecho que nace de la moral tiene que ver con el convencimiento y por eso no es estridente; el que nace de la ley tiene que ver con la coacción, y por eso no es fácil vivirlo y expresarlo sin tirantez ni rechinamiento. Una paz fundada en la vivencia moral se muestra más auténtica y estable; una paz derivada simplemente del cumplimiento –más o menos forzoso o voluntario de la ley– es una paz más artificial, acaso artificiosa, incluso hasta ficticia. Por eso el concepto de clima, utilizado aquí metafóricamente, es acertado: cuando hablamos de un clima de paz, todos sabemos a qué nos referimos.Más adelante añade Ingenieros: “Toda excelencia encuentra su juez en sí misma”. Es decir: a la excelencia solo la excelencia puede juzgarla. Lo contrario sería contradictorio. Esto me hace pensar en la excelencia de los integrantes de las comisiones de postulación, en la excelencia de los diputados –que están utilizando ahora su turno–, en la excelencia de los magistrados para la Corte Suprema y las Salas de Apelaciones. No nos engañemos: se trata de una excelencia legal y jurídica, pero se trata, sobre todo, de una excelencia moral. La única que puede juzgar y exigir la excelencia del pueblo, al ponderar el comportamiento de los ciudadanos. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los diputados, en aras de la excelencia?
Amable Sánchez
jueves, 1 de octubre de 2009
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