Nunca podremos saber si hemos sido felices sino hasta llegado el último momento de nuestra existencia. En ese preciso instante entramos a la eternidad, es decir, dejamos atrás el tiempo para siempre y sólo entonces se podrá juzgar nuestra vida.
¿Una vida buena y en consecuencia una vida feliz? Si sólo pensamos en nosotros, ¿cómo será nuestro juicio? En realidad, nuestra vida la juzgan los demás, nuestros contemporáneos y nuestros descendientes. Nuestra verdadera inmortalidad esta en seguir viviendo bien en la mente de los demás. Su juicio es nuestra gloria o nuestra condena.
Sócrates decía que al morir podíamos entrar a un sueño sin fin o bien llegar al hades y allí encontrarnos con Homero, Aquiles y los héroes de la antigüedad. Solo los dioses lo sabían. Desde este lado nunca lo sabremos.
Roberto Blum
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